jueves, 27 de noviembre de 2008

Hay más fantasmas que sábanas...

A veces empezamos o acabamos los días de mejor o peor manera dependiendo de algún pequeño detalle o anécdota, que a pesar de su escasa importancia puede inclinar la balanza de uno u otro lado. A mí no me miréis; esto está montado así e igual que la imbecilidad, ocurre sin avisar y no hay que darle más vueltas. Precisamente os voy a hablar de un candidato al gilipuertas de oro de la academia.

Situaros. Entro en uno de los bares a los que acudo habitualmente -este dato quizás no sea muy preciso pero sólo hago que imitar a nuestros referentes actuales-. Antes de llegar a la barra ya tengo mi café servido sin articular palabra, y de propina me cae una sonrisa de cortesía del camarero que ciertamente no le daría para ganar el premio profident del día. Tomo asiento y cojo el primer periódico que diviso al alcance de mi mano, asegurándome de que para apropiarme de él no necesito ayudarme de mi codo. Es media tarde, no tengo ganas de guerra y me da mucha más pereza tener que firmar la paz. A tiro de estornudo se encuentra una pareja de tipos que no reconozco, a pesar de que por el volumen de su conversación diría que están ansiosos por que entremos en la misma. La cosa sigue tal que así:

-Pues no sé que hacer, tío. Creo que le diré que me marcho el 'finde' con los colegas sin más. Hace tiempo que lo tenemos planificado -dice el sujeto paciente-.

-Lo que tienes que hacer -mal asunto cuando empezamos así- es decirle: "Mira tía, el viernes me las piro y hasta el domingo no estaré disponible" -suelta el sujeto impaciente al que sólo le podía reprochar que no hiciera el gesto de retorcer el pescuezo de un palomo con sus manos.

Viendo los derroteros por los que parecía encaminarse la conversación privada convertida en mitin verdulero, decidí abstraerme. Y lo logré, aunque fuera por espacio un par de segundos. Entonces, el macho de la especie ibérica, dados los salchichones que hubiera dado de sí después de un buen San Martín, se decolgó con una reflexión digna de un memo condecorado con honores.


-A las tías hay que marcarles el terreno desde el principio. ¿Sabes lo que hago yo? -observé como se nos contagiaban las arcadas al resto de clientes afectados por la onda expansiva producida por ese prodigio de la era cromañón-. Yo se lo digo muy clarito: esto es lo que hay y si no te gusta tiene dos trabajos, mosquearte y des... 'loquesea'- lanzó el tigre salvaje al que la selva se le queda pequeña cuando se pone a marcarla con su orina.

A todo esto, y ayudado de un esponjoso croissant para amortiguar las galletas verbales de su amigo y apuñalador a tiempo parcial, el sujeto paciente (hasta la médula) no articulaba palabra. Y hacía lo correcto. Cuando intentas interceder por alguién cuyo coeficiente intelectual se le va entregando a plazos, lo más probable es que quedarse en silencio te haga salir victorioso. La ley del mínimo esfuerzo, chatín.

Entre bocado dulce y sorbo amargo, el Atila de las relaciones personales seguía erre que erre con su teoría de la gravedad: -Oye, que si se enfada no es nada grave, ¿eh?- argumentaba el valiente capullo... en flor silvestre. -Yo siempre digo una cosa: hay más mujeres que longanizas. Eso no es problema- concluyó el obama de la vida en pareja.

En los instantes siguientes logré alejarme de los briconsejos del gurú del amor en primera persona. Mientras navegaba sin rumbo entre las páginas del Marca -a ciertas horas mis facultades limitadas me impiden completar los sudokus del Wall Street Journal- una voz femenina se fue apoderando del ambiente. Giro mi cabeza en dirección a los pili y mili y observo como una chica de la misma edad se sienta en su mesa. Acto seguido, terminator toma las riendas de la conversación y lejos de coger el toro por los cuernos pregunta con voz dulce cual ventrílocuo:

-Dime cari, ¿qué quieres que hagamos esta noche?. La próxima vez me toca escoger a mí, ¿vale?-.

Yo no daba crédito. Chuck Norris le cedía el mando de la operación a Miss Rehén 2008. Si es que ya se sabe, "dime de qué presumes... y te diré que coche tienes".

Cita postuaria: "El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo" (Goethe)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre es más sencillo saber lo que tienen que hacer los demas que lo que hace uno mismo. Y cuando uno mismo es de inteligencia distraida...
Imponente narración de los hechos querido Hache.

Hache_Romero dijo...

Haruki debo pedirte disculpas por el retraso pero hasta hoy no vi tu comentario. Tienes más razón que un santo en lo hacer diagnósticos ajenos. La última línea te la perdono por la relación fraternal que nos une, dejando a un lado el hecho que seas el psicólogo oficial de la familia. Recuérdame que te debo los 50 del diván de la semana pasada, más este refuerzo postivio online, tan propio del "cuarto tenor"...