Paco está parado. Bueno, casi siempre lo está. Sólo desafía esa condición cuando sube al bus sujetando a sus dos hijos de la mano. En los diez minutos que les dura el trayecto recarga sus reservas diarias de energía, que se agotan en el mismo momento en que pisa la acera y se cierran las puertas del vehículo tras él. Paco siempre mira a sus hijos a los ojos, sonriente. Incluso cuando les llama la atención lo hace en voz baja y al oído, como el devoto que adora a sus santos sin fisuras. Ellos son el centro de gravedad de su subsistencia después de cerca de dos años excluido del circuito laboral. Paco era un tipo determinado y enérgico que ha tocado retirada por incomparecencia de su adversario. Recogida la armadura, el escudo y la lanza cede un hueco a la satisfacción entre su desánimo, al sentirse afortunado cada mañana cuando el sonido del despertador le recuerda lo agraciado que le hacen sentir sus hijos. Tras el canto del gallo electrónico se acicala meticulosamente sin saltarse un solo paso del proceso. Sus mejores galas para cubrir una piel hecha harapos por dentro. Paco está disecado en vida.
Su actividad llega al fin cuando desciende del bus y acompaña a sus hijos hasta la puerta del colegio. Ellos le adoran, y saben que es el peso de ambos cuerpos sobre los costados de su padre lo que le empuja a caminar cada día, como los andamios que suspenden al obrero sobre la nada. Cuando se despide de ellos su existencia se consume. Se jibariza su figura hasta que mengua y se descompone como las hojas en otoño. Luego Paco cambia de barrio y deambula por sus calles sin rumbo fijo, tratando de desorientar al yunque de la rutina; pero no lo consigue. Siempre acaba sentado en el banco de algún parque mientras ojea un ejemplar de un diario gratuito; y así día tras día. Dedica las últimas horas de la mañana a preparar el discurso posterior, dirigido a responder directamente a la pregunta: “¿Qué tal ha ido hoy, Papá? Y siempre entona la misma explicación: “Creo que muy bien. He tenido un par de entrevistas y parece que mi experiencia profesional les ha causado buena impresión”. Repite el mismo argumento cuando le interroga su mujer al llegar a casa. Coma por coma, punto por punto. Cada palabra es un puñal que le disecciona la garganta y le atraviesa las vías hasta aguijonearle el alma. Jornada a jornada las heridas, lejos de cicatrizar, bullen y le abrasan con cada suelta de mentiras como cepillos de espinas que le surcan las entrañas. Paco se promete a diario que ése será el último día en que sostendrá el engaño, pero cuando el día abre la puerta cede el timón de su voluntad a la impotencia que por el temor a defraudar a su familia le secuestra, reanudando aquella farsa que le araña las tripas y le aprisiona el cerebro.
[On BUS BLOG MOUNTED es una sección especial -microblog- dentro de esta bitácora que recoge retratos, relatos breves, descripciones y conversaciones inspirados en la observación de los personajes y las diferentes situaciones cotidianas que aquellos protagonizan durante mis trayectos en el bus urbano de Palma]
2 comentarios:
Desoladoramente humano, que diria un critico literario. Alguien deberia darte un empujoncito hacia tu primer gran relato...
Un braso.
Obrigado Mr. Haro. Celebro que su capacidad de motivación siga intacta, como siempre. Un placer, como no, leerle por aquí.
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