martes, 7 de julio de 2009

Estación destino

El decimotercer número de Pocomás Magazine ya está en circulación. Para los asiduos a mis artículos (sé que hubiera sido suficiente afirmarlo en singular) esta vez os presento algo diferente. Se trata de un microrrelato o relato breve de ficción bajo el título Estación destino que podéis leer con mucha ligereza acto seguido. Espero vuestra(s) opinión(es).

Estación destino

Dardo estaba sentado en el asiento del acompañante sin saber muy bien por qué. Los cristales empañados le distorsionaban la visión del exterior. La lluvia le hacía aflorar una sensibilidad que decidió combatir a base de caladas. Aspiraba a desprenderse de la ansiedad expulsándola con el humo de aquel cigarro. La espera era demoledora. Estuvo a punto de echar mano al contacto para arrancar y alejarse de allí sin dejar rastro. Finalmente pensó que los trenes sólo pasan dos veces para unos pocos y desistió.


Bajó dos dedos la ventanilla para poder reconocerla al momento, mientras sorteaba el continuo martilleo de las gotas de lluvia en su rostro. A la luz de una farola creyó reconocerla. A cubierto bajo un paraguas se dibujaba el cuerpo de aquella mujer. Su sombra, que agrandaba su estilizada silueta, no hacía más que resaltar su imponente atractivo, veintidós años mayor que su voyeur. Dardo agarró la manecilla de la puerta, convencido de que si accionaba ese mecanismo sería imposible volver atrás; su vida cambiaría de rumbo. Pero no lo dudó ni un instante. Salió del vehículo y cruzó empapado el asfalto.

Al llegar a la altura de la Señora Lamarca su cuerpo temblaba sin antídoto. Quiso armarse de valor. Pero fue en vano. Fracasó en su intento de posar su mano en el hombro de aquella mujer. Apenas logró mencionar su nombre y ella se volvió, invadiéndole la sensación de que le había reconocido. Fue una alucinación transitoria producto de su indomable excitación. Dardo tardó unos segundos en despertar de su ensimismamiento. Reaccionó para sujetar cortésmente el paraguas de la Señora Lamarca, invitándola a que le siguiera hasta el coche de la empresa. Con las puertas cerradas, Dardo solicitó a su acompañante que le indicara el itinerario a seguir. Por segunda vez en sus vidas recorrerían juntos el mismo camino. De la ocasión anterior, Dardo no guardaba recuerdos. Tan sólo una certeza: fueron nueve meses de viaje.

5 comentarios:

Aneralia dijo...

Limpio, escueto e interesante.... como a mi me gusta. Besos de miel.

Anónimo dijo...

Me ha hustado el relato, muy noir.
Pero... ¿la señora Lamarca es su madre y él fue abandonado nada más nacer, no?

Hache_Romero dijo...

Que toda una pluma como Aneralia me lance este piropo, no tiene precio. Gracias mil.

Opengt: Parece ser que estás en lo cierto en cuanto a la Sra. Lamarca. Gracias por tu tiempo, opinión y condescendencia.

H, para servirles.

Haruki de la Mancha dijo...

Si Dardo fuera un gato podría pasar por un texto de mi idolatrado Murakami. Esta muy bien, apuntas maneras joven padawan...

Hache_Romero dijo...

Sus palabras sí son un auténtico privilegio, Haruki.

El placer es mío.